radores. Yo he vivido al margen y asi deseo ya morir: desoído por los poderes oficiales, pero rodeado constantemente de estudiantes.
Hay dulzura en estas palabras. Bendigo la suerte que me ha permitido ejercer de pequeño mentor, cerca de nueve años en la enseñanza pública e indefinidamente en la privada, sin llegar a probar la amargura que hoy propinan a nuestro ilustre Gagini sus actuales alumnos del Liceo y algunos antiguos discipulos suyos. Bendigo aún más la suerte que me ha puesto en diverso camino del transitado por esos pretensos MAESTROS DE EDUCACIÓN del tipo frescamente exhibido en La Tribuna del sábado, y alargo la distancia.
ELÍAS IMÉNEZ ROJAS de diciembre de 1922.
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