a se apronta a la carrera: gruñe sor.
damente como impaciente para abalanzarse. Pero tan dócil como poderosa espera la señal. Dentro de poco, su amo, cuyas caricias la están puliendo y preparando, va tocar con sus dedos ennegrecidos por el humo, un resorte que se doblaría bajo la pre.
sión de la mano débil de una criatura, y en el acto la enorme masa se conmoverá. Héla aquí que respira; una tos grave y fuerte sacude sus entrañas de hierro candente. Gime bajo la carga. Unos tras otros, sus órganos entran en función con sabia regularidad; su movimiento se acelera; los golpes, siempre acompasados, se suceden con tan asombrosa rapidez que la vista no los puede seguir: devora el espacio. Es el huracán desencade.
nado que todo lo rompe y lo voltea.
Pero, esperad: otra presión de mano, bien ligera, va a calmar luégo y en un instante toda esa efervescencia, y la obediente máquina irá al lugar de su descanso, ya adelantando, ya retrocediendo obsequiosamente, de me.
dia pulgada, con toda la lentitud del movimiento más suave. Ya lo veis; ese 313 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.