el cementerio y a su luz indecisa veo un glorioso cortejo de ángeles alados envueltos en las brumas temblorosas de la mañana. Un rayo de luz cayó sobre sus alas doradas y los vi resplan.
decientes girar en torno de mi tumba.
Uno de ellos, el más hermoso, vino a posarse al pie de ella. Mantúvose algunos instantes silencioso frente a mi y pude contemplar a mi sabor su belleza inmortal, el brillo deslumbrador de sus ojos, la altivez de su frente, su talla gigantesca, la intrepidez y la calma que se exalaba de su figura radiosa. Soy el Arcángel Miguel me dijo con voz cuya extraña melodía no pertenece a la tierra y en nombre del Señor vengo a ofrecerte la verdadera, la única inmortalidad digna de su adorable providencia. Si has creído y y has confiado en El, así que te hayas purificado entrarás a gozar de la vida eterna y de la suprema dicha. No se pierde tu yo, no se desvanece como una melodía en el aire, porque el amor de sí mismo es el fundamento y la condiciór. de todo otro amor. El reposo perfecto y el goce de Dios que te ofrezco no destruirán tu conciencia 284 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.