ciudades de la India gritando. Alegraos, alegraos! la muerte ha sido vencida. Yo también me alegro de morir para siempre. Vuestra inmortalidad me horroriza. Dejadme tranquilo.
En efecto, aquella muchedumbre abigarrada se desvanece entre las sombras del cementerio, pero no tarda en reemplazarla otra más homogénea. En ella reconozco a la gran mayoría de los pensadores contemporáneos. El más viejo de todos ellos, el filósofo sajón Fechner, me habló de esta manera. Aspiras ardientemente a guardarte como individuo. pero qué es tu indi.
viduo? Nosotros, los seres humanos, nos alzamos sobre la tierra como se alzan las olas sobre la superficie del océano, salimos del suelo como salen las hojas del árbol. Unas y otras viven su propia historia. Las olas reflejan separadamente los rayos del sol; las hojas se agitan mientras las ramas permanecen inmóviles. Así, en nuestra conciencia, cuando un hecho llega a ser predominante obscurece todo lo 277 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.