Cuando en España oímos hablar de nuevas, radicales y salvadoras disposiciones encaminadas a suprimir la de.
fraudación pública, a evitar que el Es.
tado sea víctima de la mala fe del contribuyente, a obligar a todos los ciu.
dadanos a que den al César lo que es del César, nos parece escuchar uno de esos hermosos discursos que los franceses pronuncian en favor del au.
mento de su natalidad.
Es cierto que la defraudación alcanza, en España, proporciones asombrosas y caracteres crónicos. Entre los muchos instintos innatos que los espa.
ñoles poseemos, el de defraudar al Estado es uno de los más notorios y eminentes. Desorientar al fisco, burlar.
le, reírse y hasta mofarse él, es para nosotros, uno de los más elementales deberes de ciudadanía, un hábito ingénito, una astucia remotísima, algo que nos fué inoculado y enseñado mucho antes que el abecedario. no sólo lo tenemos por una virtud, sino que lo contrario parece un vicio, o 151 Este documento propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.