observar que todavía ayer, que aún hoy, en muchísimas naciones del mundo no habría lugar para una alma excelgil como la de Dante. No podría.
tolerárgele viva porque todavía sus anatemas marcarían con fuego muchísimas espaldas. Los hombres más gran.
des parecen condenados a no poder conquistar amor durante su vida. No se les ama; se les admira o se les odia: en cambio, pogeen el don de despertar el amor vivísimo, el apagionamiento de sus sucegores. Será porque dejan de ser temibles al convertirge en teoría, en literatura o en arte? Pengarán de egte modo los que no aprecian más que el atractivo formal, la belleza externa de sus obras, pero los que sentimos la energía viviente, la poten.
cia inmortal que mana de sus obras, no podemos sentir sino reverencia y amor, todo el amor que sus contemporáneog les negaron, todo el amor que nada por el mundo degbordándose, sin hallar cauce o noble empleo.
Egtamog celebrando la memoria de un genio magnífico que si pudiera hablarnog seguramente nos diría: antes de levantarme estatuas atended a co13 Este documento propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.