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dad que de tentar lo que no son capaces de realizar; procuran el bien de sus seme.
jantes, aun despreciando el propio interés, y son sienipre corteses, afables y oficiosos con todos. Son dueños de sus pasiones y especialmente del deseo, de los celos y de la envidia, porque no aspiran a nada que esté fuera de su alcance; del odio a los hombres, porque a todos los aman; del miedo, porque la confianza de su propia virtud les Ja valor; y, finalmente, de la cólera, porque estiman muy poco las cosas que dependen de otros y nunca se muestran ofendidos por las asechan.
zas de los enemigos. No debemos confundir, sin embargo, la verdadera humildad con la bajeza, o sea, la falsa humildad. Porque, como observa Lu Rochefoucauld en sus «Máximas. Muchas veces la humildad es una fingida sumisión, de la que nos valemos para someter a los demás; es un artificio del orgullo que se abate para levantarse, porque aun.
que el orgullo se transforme de mil maneras, nunca se disfraza mejor, ni es más capaz de engañar que cuando se esconde bajo la figura de humildad. Itas COlas ra los an en a in.
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