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no jos, ma,. de enIan ni creían también que no siendo nuestros pueblos como los de Atenas o Esparta o como el de los Estados Unidos del Norte, no podía plantearse la República; pero la unidad del Estado absoluto estaba despedazada y en su lugar se levantaban los derechos individuales sobre la ancha base de la igualdad social y política; la sociedad mudaba de vida, regeneraba sus ideas, sus creencias, sus hábitos; el principio de autoridad desaparecía del Estado, de la religión, de la moralidad, y la individualidad recobraba sus fueros para convertirse en egoísmo, en ambición y para elevar el señorío de las pasiones: el fanatismo religioso dejaba su imperio a la incredulidad; las falsas cos.
tumbres sociales y domésticas iban a convertirse en una escandalosa desmoralización; no bastaba vencer a los ejércitos del rey, era necesario vencer a la sociedad vieja, para crear desde luego la nueva; y entonces sucedió lo que tantas veces hemos repetido: que la forma republicana vino como un resultado lógico, imprescindible, a pesar de que todavía hay americanos bastante ciegos para no reconocerlo.
SCOpro la cir. de erla bios ana 397 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica