19 la ie or a la se desea fuera verdad, y no ilusión; en una palabra, se ama la ilusión, a cualquier costa, y se querría que no fuera tal. Para ello, para poder creer en la verdad de la ilusión, se cierran los oídos a todo lo que amenaza desvanecerla, se sofocan con gritos las voces de la razón, y se obliga a ésta hasta a renunciar a sí misma.
Es un bien singular fenómeno.
La verdad es la ¿no es así?
Pero sabemos también que sólo procediendo conforme a ella no tendremos tropiezos y un doloroso despertar.
Pues nosotros, sabiendo como pro.
ceder, queremos proceder como nos da la gana. para suprimir aquella in.
quietud que se mueve en la punta del corazón, pretendemos que lo que per seguimos es la verdad; que no hay otra, que es necedad buscar otra. hé aquí la posición sofistica.
El filósofo no quiere sino la verdad, no busca otra cosa, y al mismo tiem.
po reconoce que no la posee: hoc unum scio me nihil scire. Pero su mismo bus.
car continuo, sin descanso, implica la posibilidad de alcanzarla.
Por una parte afirma que la verdad ue; 0ta a a OS ein ne 395 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.