Señorita Susana: Recibi su carta. No es cierto que yo haya escrito ni una linea contra el escote. Los sermones de montaña se quedan para don Julio, que no pierde ocasión de divertirse.
Por mi, vistase o desvistase cada una a su antojo. La moral no depende de un trapo más o de un trapo menos. La inmoralidad estaba en desnudarse por complacer a una Comisión de baile. Lo que me pareció primeramente escandaloso fué, pues, la intimación oficial: El escote es de rigor. Mi nota fué escrita, además, antes de que el baile se verificara. Después he sabido que muchas de las asistentes y de las más tiernas y bellas se burlaron del rigor de la Comisión. Lo cual prueba que la nueva pollada vale mucho más de cuanto se piensa.
Para responder a la pregunta que Ud. me hace en la segunda parte de su carta, voy a valerme de una vieja anécdota muy conocida: Estando en el despacho de un médico serio una señorita tan madura como dejada de Dios en cuanto a formas. y habiendo tenido que descubrirse el busto, preguntó con pudor: No se les da nada, a Uds.
los médicos, el ver desnuda a una mujer. jCómo no. respondió gravemente el doctor, a veces nos da. lástima. Eso mismo, lástima, me habría dado a mi si la hubiera visto a Ud. en el baile, señorita Azucena. Déjeme poner en español el nombre hebreo que tan merecidamente se da Ud. ELÍAS JIMÈNEZ ROJAS Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.