la superstición; el uno es fuego creador que enciende el porvenir, la otra es miedo paralizante que se refugia en el pasado. El entusiasmo acompaña a las creencias optimistas, la superstición a las pesimistas; aquél es confianza en sí mismo, ésta es renunciamiento y temor a lo desconocido.
Los entusiastas saltan cada amanecer el cerco de un jardín para aspirar el perfume de todas las flores; los supersticiosos entran cada crepúsculo a un cementerio. El entusiasmo es ascua; la superstición es ceniza.
Los hom tos, que ya mirando su ojos en la tivos son e ra la que mejors; los alas de la que «todo ti no se El hombre que se ha marchitado en una juventud apática, aicanza una madurez pesimista, por no haber vivido a tiempo. La belleza de vivir hay que descubrirla pronto, o descubre nunca. Sólo el que ha poblado de ideales su juventud y ba sabido servirlos con fe entusiasta, puede esperar una madurez serena y sonriente, bondadosa con los que no pueden, tolerante con los que no saben.
Los trozos que gares de la dirigida con. Porqu mano pura a los que desinteresa madre, no compañera la cuartilla Por ning nocido, dej 264 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.