más fresca que las niveas azucenas en las mañanas limpidas de abril.
seFilcía esad la ras ñe vi.
Tenia la cintura como un mimbre flexible y fina, el rostro angelical; su voz, su dulce voz, era de un timbre inás suave que el canto de un turpial.
Al volverse hacia atrás y dar conmigo no atinó a recordarme, se turbó; más luego que la hablé, mi acento amigo sus recuerdos de infancia despertó. Cómo, 480is vos? me dijo, conmovida.
Vos aqui en la comarca! La salud sentis de nuevo acaso entlaquecida y en procura volvéis de aire, de quietud?
No, Blanca, a otro país voy de camino; dichoso fuera de descansar aqui; donde ha tiempo llegara peregrino disfrutando la calma que perdi.
2n.
erisa bien lo siento a fe. Ah, quién me diera habitar otra vez el romeral, perderme entre la viña en la pradera, beber el agua virgen del raudal!
jos.
No era este el deseo caprichoso del que aspira a una efimera merced; de olvido, de silencio, de reposo sentia el alma la profunda sed.
Pregunté luego a la aldeana bella por su padre, que un dia me acogió bajo su techó hospitalario, y ella contestó suspirando ;Ya murió. Murió. Cuándo murió. Cumplirá un año lo que empiecen las uvas a pintar; Dios alejó al pastor de su rebaño. Ah! si vierais, desierto está el hogar. 237 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.