to en el ejército, ahora podía hacer lo que le viniera en gana, pues sentía profunda repugnancia por todo aquello que se había visto obligado a hacer anteriormente.
Lo más precioso fué la camaradería, la fusión general de las clases; pero temo que también ésta desaparezca pronto, y apenas se notan señales de que ejerza una influencia permanente en la vida nacional inglesa después de la guerra. Quizá seamos demasiado pesimistas, pero es notable la rapidez con que los héroes de las trincheras han vuelto a convertirse en las «clases inferiores. Las huelgas nume.
rosas y las desa veniencias entre obreros y patrones no fortalecen la creencia de que la guerra haya producido mayor solidaridad.
No creemos tampoco que haya señales de renovación religiosa alguna, aunque la religión se interprete como separada de la iglesia. Por cuanto se refiere a la religión organizada, ésta ha perdido ya todo su poder sobre nosotros. La culpa la tienen las procesiones religiosas en el ejército, y, además, tampoco nos sentimos seducidos, ofre día nos gra la y a cito ace que za Dio sa do No gui exis en si a de tiva per Se luéi da cas tun 224 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica