nuestros na imprehombres los iban uy cerca los matar posible turno de ctos más ísico fué ia su efiUna vez yoría de músculos tro estaCuanto simple, pero a pesar de ello, cuando estábamos en el ejército aceptábamos con placer todas las comodidades que podíamos lograr, y en manera alguna hemos adquirido el gusto permanente de la carne flaca y del cocido del ejér.
cito. Casi todos nos alegramos de volver a dormir en una buena cama. Sin embargo, ya sabemos de cuánto podemos prescindir, y nos enfrentamos al mundo con la reflexión consoladora de que apenas podremos pasarlo peor en lo futuro.
Hay ciertas virtudes del ejército, tales como la puntualidad y la limpie.
za, que figuran también entre las cosas que no perduran, pues nos fueron impuestas externamente, y las abandonamos con el uniforme. Los que en: salzan la guerra porque inculca estas virtudes, dejan de tomar en cuenta el fenómeno de la reacción. Recientemente hablaba con un viejo soldado que se alistó en el antiguo ejército muy joven aún, y que durante siete años estuvo sometido a la disciplina de man.
tenerse escrupulosamente aseado. Se disculpaba de no afeitarse, explicando que por haber tenido que hacerlo tand en geicio oblila guece nada desarrode peso niversal, e importo en lo enalidala vida 223 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica