más que que haya le haberlo lo largo una sola cada sol voluntad ección ni iernas le ún regula y bajan anto está ada indià marcha OS matan a converbotas nos patente en la manera con que se hace todo, es subyugar nuestra personalidad, substituir nuestra propia voluntad con una voluntad extraña.
La disciplina es una cosa muy distinta de lo que podríamos llamar dirección, pues ésta reconoce la voluntad del individuo y trata de atraerse su cooperación. La disciplina no admite tal cosa. Ella se impone, manda. No tiene nada que hacer con la persona.
lidad del oficial. Descansa en la personalidad del ejército. Si un pelotón de hombres vacila ante una tarea peligrosa o puerca y el sargento se quita la blusa y da el ejemplo, eso sería buena dirección, pero malísima disci.
plina, y el sargento un pésimo oficial.
En toda orden que se da está toda la autoridad del ejército, aunque emane de un simple cabo primero.
La disciplina se aplica hasta a los más íntimos detalles de la vida. Las horas de levantarse, de comer, de acostarse, están todas reglamentadas; la ropa, el porte del cuerpo, hasta la asistencia a la iglesia, tienen sus reglas.
Hay infinitos modos de recordarle úno que sí mismo.
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