ni que se encuentre fuéra del individuo mismo. Son los que obedecieron a simples impulsos, sin importárseles las causas legítimas de la guerra, el patriotismo abstracto o el deber del individuo para con el Estado. Alistáronse porque tal era su deseo.
El primero de estos impulsos es el de pelear, por el puro amor de pelear.
Todavía existen hombres que han na.
cido pendencieros, dotados del mismo temperamento que el padre de aquella chiquilla que se acercó corriendo a una multitud reunida en una calle, preguntando anhelosa. Es que van a pelear? Porque si es así, mi papá, de seguro, querrá meterse en el pleito. Ya cercano el fin de la guerra, todavía encontrábase úno ocasionalmente un sujeto, por lo común joven, que, a pesar de todos los padecimientos sufridos, y quizás a pesar de un par de heridas, experimentaba verdadero placer en los combates.
Luego tenemos el elemento romántico, en el cual incluimos el amor por las aventuras (distinto de la pura afición a pelear. el deseo de alejarse de un lug aburrido; de viajar por tierras extra de llevar son de la esta clase sino como per las ca vida consi rra signifi un cambi otro migo, que antipatía hacer COD Este odic guirlo del brevino li lato de la el enemig tan ciego en las rey Por úi poner at jo la infii masas, pa de las mi ron a un mundo se llevar de Veam con 174 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lisano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica