de. el ión iertes dos lad ios árque uauel ios ite de sto su ladores, tampoco lo puede sin zapateros. además y aquí estriba toda la dig.
nidad del oficio que para ser legislador tal vez no ha bastado otra cosa que una maniobra de baja politiquería; pero para ser zapatero han sido precisos varios años de persistente aprendizaje, con la voluntad domeñada a la obra, en la más decorosa de las esclavitudes.
Ahora, resulta fácil establecer en nuestro medio que los hombres que mejor saben su oficio son, precisamente, los colocados en las zonas inferiores del plano jerárquico a que antes se aludió. Si es cosa de milagro encon.
trar por ahí el profesor que donina su materia, el jefe de repartición compenetrado con los intereses cedidos a su custodia, el escritor que siente el peso de las responsabilidades intelectuales y morales que como escritor tiene, en cambio, no lo es tanto dar con el industrial o el agricultor o el obrero o el simple peón que verdaderamente saben su oficio y que por saberlo bien y consagrarse a él en cuerpo y alma se alzan sobre un nivel de excelsitud social infinitamente superior al de los primeros. Sin embargo, las gentes no ue erite va on es ue de ia si is.
117 Este documento propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.