rrota, hasta que, recobrando su predominio la burguesía, halló remedio a maies tan grandes.
Hoy serían incomparablemente mayores los desastres de la revolución social. Importa que esto no lo ignore esa parte de las clases superiores que en nuestros días, como en 1879, sueña con la edad de oro y la espera de una revolución.
En nuestro tiempo, la aristocracia de la sangre y las capas superiores de la burguesía sienten a menudo una antipatía invencible por las clases intermediarias, a las cuales acusan de todos los riales que afligen a la sociedad.
Con frecuencia, en los salones más aristocráticos, caballeros respetables, millonarios filántropos y señoras caritativas manifiestan sin rebozo en la conversación el asco que sienten por los politicastros de oficio, sin carácter y sin ideal, que no sirven a la patria sino a la especulación privada. entonces hállanse dispuestos a mirar con simpatía el movimiento socialista, que, a juicio suyo, es una reacción contra lo que se llama «gobierno de clases. 65 Este documento propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica