mas la guarda del principio de autoridad a su cargo empleasen todas las armas en destruirlo. Federico Masson, Napoléon chez lui, pág. 5: París, 1894.
No es ésta la primera vez que se ha hecho notar la analogía entre la situación actual y la de los años anteriores a la revolución de 1789. Decíanse entonces, poco más o menos, las miscosas que oímos repetir ahora.
Cuando Watteau pintaba sus graciosos y gentiles aldeanos; cuando Florian y Berquin describían la dulzura, la pureza, la poesía de sus costumbres y su honradez, sufrían la sugestión de los filósofos sociológicos de la época. Esos aldeanos ideales eran los representantes de la humanidad en el estado de naturaleza, al cual sería preciso volver, según Juan Jacobo Rousseau, destruyendo todo lo falso y artificial que hay en la vida.
Todos eran entonces revolucionarios: corte, prelados, aristócratas, autores dramáticos, poetas, filósofos.
Poner práctica las ideas de Rousseau: eso era lo que hacía falta para regenerar la decrépita sociedad.
Ya por el año 1759, Argenson en 59 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica