que bastara para explicarse por sí misma. Es verdad, por supuesto, que los límites del arte pantomímico están muy circunscritos; pero aun dentro de ese pequeño espacio se han produci.
do no pocas obras maestras.
Por la seucilla razón de que el ci.
nematógrafo tiene que actuar forzosamente sin el poderoso auxilio de la palabra hablada, no puede considerarse como rival del arte dramático.
Sólo con la ayuda del diálago y el soliloquio podemos escudriñar las profundidades del alma humana. Los grie.
gos, como dice el profesor Butcher en su luminoso trabajo «The Written and the Spoken Wordo (La palabra escrita y hablada) sostuvieron que no sólo el drama sino también la epope.
ya, destinada en su principio a la oratoria. dependían para su vitalidad, ya que no para su existencia, de la voz que palpita y de la multitud que escucha. Aun hoy no sentimos verdaderamente un poema hasta que lo oímos; la poesía demanda siempre la prueba del oído y no revela sus ocultas bellezas a la vista. Cuando escuchamos un discorso imponente de algu.
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