obvias e inamovibles. Prohiben al au.
tor traspasar los linderos pictóricos en la narración de una historia. Debe evadir toda sutileza psicológica, satisfacerse con siluetas de caracteres y ser claro, sencillo, rápido e intenso.
Debe hacerlo, en cuanto sea posible, sin palabras. No puede valerse de la expresión hablada; los pasajes dialogados, por breves que sean, representan siempre una interrupción del curso de la acción pictórica. Estos pasajes dialogados cortan casi siempre el pro.
greso de la narración. En la vida real, la mímica precede a la locución o la acompaña.
Los directores de cinematógrafo no han podido todavía salvar esta desventaja al trazar una historia que debe transparentarse sin ayuda de la palabra impresa. Cuando recordamos «L Enfant Prodigue. Sumurum» y otras pantominas fáciles de comprender, querríamos sin duda que fuera posible desarrollar argumentos cinematográficos en los cuales no hubiera necesidad de diálogo escrito, ni de otra explica.
ción fuera de las mismas imágenes, siendo la representación tan sencilla 45 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.