una nes más fugitivas. La teoría bergsoniana de la originalidad inexpresable de la vida, tiene el dón de exasperarlo.
Indica su parentesco con el egotismo barresiano y con cierta estética deca.
dente. Los partidarios del «yo incomu.
nicable» reducen el alma a escucharse a sí misma en la soledad, como fuente en el bosque: lógicamente la condenan silencio. Es conceb que esta consecuencia le haya parecido intolerable. Muestra muy bien que en lo que ella tiene de legítimo, esta me.
tafísica de la calidad pura es como un esfuerzo para volver a encontrar en la humanidad ficticia y convencional el frescor de la naturaleza primitiva; en lo cual continúa la tentativa de Juan Jacobo. Pero si el lenguaje generaliza forzosamente, los grandes poetas lo impregnan sin embargo de su per sonalidad, y encuentran el medio de ser a la vez universales e individuales.
Ese es el secreto del gran Arte, declara Jaurés. Agreguemos que ese secreto reside integro en la distinción entre las palabras que son el elemento común, y el arreglo de esas palabras que comporta una diferenciación sin límites.
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