mente, con sólo lanzar una mirada distraída sobre el elegido, la corona o la aureola, y empujamos hacia la popularidad a un majadero cubierto de laureles o «nimbado» de rayos. Así pasamos el bendito día estampando rótulos definitivos en el dorso de los hombres y de las cosas. No hay una acción individual o colectiva, personalidad u obra humana sobre la que no estemos prontos a promulgar una opinión terminante, y la opinión tiene siempre por base, apenas, aquel pequeño lado del hecho, del hombre, de la obra que pasó por azar ante nuestras miradas rápi.
das y fortuitas. Por un gesto juzgamos un carácter, por un carácter aprecia.
mos un pueblo. quién ha hecho arraigar estos hábitos de desoladora liviandad? El periódico, el periódico que nos ofrece cada mañana, desde la crónica hasta los anuncios, una masa espumante de juicios ligeros, improvisados la víspera, a media noche, entre el silbar del gas, el menudear de las bromas, por exce.
lentes rapaces que entran en la redacción, cogen ud pedazo de papel y, aun sin quitarse el sombrero, deciden 442 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.