nuestro siglo apresurado, esa operación imprudente llegó a ser la operación natural del entendimiento. Con excepción de algunos filósofos exclavizados por el Método y de algunos devotos roídos por el escrúpulo, todos nosotros nos «deshabituamos» o más bien nos desembarazamos alegremente del penoso trabajo de comprobar. con impresiones flúidas formamos nuestras sólidas conclusiones. Para juzgar en Política.
el hecho más complejo, nos basta el rumor oído en una esquina una mañana de viento. Para apreciar en Literatura el libro más profundo, atestado de ideas nuevas que el amor de largos años encadenó fuertemente, nos basta con hojear acá y allá algunas páginas, entre el humo obscurecedor del cigarro. Prin.
cipalmente, para condenar, nuestra ligereza es fulminante. Con qué soberana facilidad declaramos. Este es un bestia. Aquel es un tunante. Para proclamar. Es un genio. o. es un Santo. ofrecemos una resistencia más considerable. Pero aun así, cuando una buena digestión o la suave luz de un cielo de mayo nos inclinan a la bene.
volencia, también concedemos bizarra441 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.