que se haceo las revoluciones mejicanas es casi siempre yanqui. Hay, pues, una poderosa industria norteamericana, la que fabrica armas, vivamente interesada en que Méjico no se pacifique.
Suponemos que este interés por un fructífero mercado de armas habrá cre.
cido después de la guerra, al cerrarse el pingüe mercado de Europa. El contrabando de armas en la frontera de Méjico y los Estados Unidos ha sido tan escandaloso, que el gobierno norteamericano ha tenido que prometer más de una vez, por indicación parlamentaria, su supresión. Pero no se ha suprimido.
El bandido es una especie distinta.
No tiene ambiciones de poder político, sino codicia económica. Al amparo del desequilibrio del país, roba lo que puede y ejerce el chantage contra extranjeros, destruyendo trenes y explo.
taciones industriales, para que le compren espléndidamente su inacción y, a veces, su amistad. Hombres como Villa y Zapata pertenecen a una categoría indecisa, son fronterizos de la revolución y del bandidaje. Otros, de chantagistas se convierten en policía 435 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica