de determinados Estados de Europa; porque, en grados distintos, son comunes a todo el universo. No han perdo.
nado a los neutrales tampoco. La penuria, la carestía de la vida, las huel.
gas, la agitación social, se dan también en Suecia o en Suiza. Ningún país pue.
de vanagloriarse hoy de no tener en su seno los microbios del bolcheviquismo.
Basta leer un periódico. Basta abrir los ojos. Un día en Berlín, otro en Milán, hoy en Liverpool, mañana en Boston, surgen accesos súbitos de fiebre, que no pueden explicarse sino por aquella razón; y, si no tuviésemos esos ejemplos a la vista, la historia nos recordaría que las revoluciones fueron siempre contagiosas. En suma: que los que esperaban de la paz y de la victoria el advenimiento de una Era idí.
lica, han quedado cruelmente defrau.
dados.
Los que pensaban que una vez vencido el enemigo, todo lo demás sería fácil, se percatan hoy de que les aguarda una nueva tarea, tan larga y más dura que la de la guerra. Porque la guerra no había que explicarla: todos comprendían su idioma, escrito en le407 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.