lo sucesivo se quería entrar de lleno en el paraíso.
La guerra, que con su mano de hietro había excitado el celo de todos, había aplazado las discordias, contenido las impaciencias, subyugado los cuerpos y las almas; la guerra, al desaparecer de pronto, produjo la revolución de los apetitos y de las exigencias, la revancha de los intereses, el desencadenamiento de todas las pasiones que hasta entonces se habían encauzado para ponerlas al servicio de un fin superior.
Ese estado de espíritu que surgía en medio de una situación económica tan precaria; esa locura, al apoderarse de un organismo tan debilitado, no podía menos de producir mil dificultades.
Primeramente, y es, sin duda, la reacción más natural, por la suspensión del esfuerzo, los nervios, los músculos, demasiado tiempo en tensión, se rela.
jaron. Una ola de pereza pasó silenciosa sobre los pueblos. La clase obre.
ra, invocando los sufrimientos que ha.
bía soportado valientemente, pidió la reducción de las horas de trabajo. En vano los economistas demostraron que 401 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica