La guerra era como un imán prodigioso que orientaba, por decirlo así, toda la actividad del individuo. No había solución de continuidad en las horas, ni minuto libre para la incerti.
dumbre; cada gesto, cada paso, tenía un sentido, y todos tendían hacia la guerra.
Bruscamente faltó ese impulso único; el primer sentimiento fué una sensación de alivio extraordinario; la ale.
gría colmaba todos los corazones. Parecía que la naturaleza humana no estuviera hecha para recibir y para soportar emociones tan intensas.
La creencia general, al salir bruscamente a la superficie, como un flota.
dor separado del peso que le mantuviera en el fondo del mar, fué que todo iba ya a cambiar instantánea y radicalmente, por un milagro inexplicable y necesario.
La palabra victoria, tanto tiempo invocada en las oraciones íntimas que hacían hasta los incrédulos, había to.
mado poco a poco una virtud mágica y todopoderosa. Se le atribuía el poder de desgarrar las tinieblas y de hacer la luz. Se salía del infierno, y en 400 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica