de sus deseos y aspiraciones, les daba la ilusión de que sus padres no debían de haber conocido sus propios tormen.
tos. El descontento demasiado justificado de la realidad y la sed de una existencia deliciosa daban lugar a ensueños de una dicha terrestre que estaba situada en el pasado: éste parecía al espíritu simplista, más real, más concreto y positivo que el porvenir, vago, nebuloso como todo lo que aún no ha nacido.
La idea del progreso ha sido completamente ajena al cristianismo. Para él todo lo que es secular es necesariamente malo, y por lo demás sin impor.
tancia. Lo esencial es la fe, y toda esperanza en una redención del mal y en el advenimiento de lo verdadero, lo bello y lo bueno está en el más allá. 1) Es preciso llegar hasta el Renacimiento para encontrar las pri.
meras manifestaciones de una creencia en la marcha de la humanidad hacia (1) Por consiguiente, la idea de progreso no fué complelainente extraña al primer cristianismo, como no lo es al actual.
Quien espera el advenimiento de lo verdadero o lo bello o lo bueno en el más allá, es realmente progresista, aun cuando, superficialmente, no parezca cuidarse del progreso lerrenal.
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