en el surco. En las estrofas del abuelo enternecido o en las imprecaciones del profeta, todo pertenece a la misma epopeya.
Hugo no analiza, no explica ese doloroso combate del hombre contra la fatalidad: lo canta, con exaltación de bardo unas veces, lleno de compasión infinita, dominado otras por infinita cólera. Bajo la indignación y la piedad, sin embargo, palpita siempre la certidumbre de la victoria definitiva del hombre, y lo ve con todo el esplendor de un Adán perfecto, libre de las religiones, máscaras sofocantes y falsas del rostro de Dios; libre de la realeza, forro de todas las servidumbres sociales, y casi libertado también de las leyes que fijan sus pies a la tierra, subiendo hasta las nubes con las invenciones del siglo XIX. Esta afirmación del triunfo último de Adán constituye toda su filosofía, y todo su arte prodigioso fué empleado en cantar los desfallecimientos y los heroísmos de esa ascensión hacia la luz.
Para cantar tan sublime conflicto, creó, en mi opinión, el verbo más poderoso y bello que encantó oídos huma316 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica