león III, vaga por las sentinas de la Historia, sin que me valiese comprobar más tarde que era en el fondo un pobre César, quimérico, hipocondriaco, libertino y trivial. seguí crevendo obstinadamente en los Estados Unidos de Europa, aunque amigos caritativos procuraban arrancarme creencia tan pueril con razones y sarcasmos. Acon.
pañé a Hugo en su indulgencia enternecida hacia todos los extraviados, to.
dos los vencidos y todos los miserables.
Su deismo fué el mío; como él, tuve fe en el mesianismo de Francia. un horror irracional, incontenible, a cuartel pintado de metafísica que está más allá del Rhin. Esta es mi lamentable confesión. Es huvuillante; me da la apariencia de ser una hierba rastrera, temblando al pie de un cedro, viviendo del excedente de su savia. Hubo, ciertamente, bruscas rebeliones en miidolatría.
El mismo pueblo de Israel, con toda su frenética adoración por Jehová, hallábalo a veces intolerable. cuando vi últimamente a Hugo mofarse del venerable y santo Darwin, tratándolo de inglés petulante y vano, con mo nóculo y barbas amarillas, que puso, por ese 314 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.