observadores se situaron clandestinamente bajo la mesa que la Paladino levantaba o hacía oscilar sin contacto, movimiento que constituía la culminación de sus experimentos. Con los ojos a algunas pulgadas del amaestrado pie de Eusapia, vieron que ésta lo metió bajo la pata de la mesa, levantándola. Nada era más recóndito en el repertorio de Eusapia, nada había conuibuído más a su maravillosa reputación. Para un observador exento de prejuicio y sabedor de las posibilidades de superchería, los experimentos de Eusapia eran, si no fáciles de comprenderse, al menoa sospechosos insípidos.
Mas se preguntará. por qué tantos observadores competentes aceptaron esos experimentos triviales como prueba de la verdad del espiritismo? los distinguidos observadores eran incapaces, por preparación y temperamento, de pronunciarse sobre experimentos de esa clase, o tenían prejuicios tales en favor de la hipótesis «espiritista» que resultaban completamente inhabilitados para el propósito. En algunos casos, puede aplicarse la primera aseveración; en otros, la seguoila, y ambas con benévolas concesiones. No es posible da? por sentado que todos los hombres de ciencia, físicos, biólogos o psicologos sean capaces de descubrir el fraude en virtud de su preparación científica; puesto que, entre tal incompetencia y la suposición de comunicaciones espiritistas, hay una discrepan.
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