la ceguera que le impide ver las maravillas enunciadas por su maestro.
Por vanidad suele manifestar que lo ha leido integramente y que se ha encantado, pero en su fuero interno piensa que es una obra de interpretación dificil, accesible sólo a los eruditos. mientras bay infinidad de franceses, ingleses y alemanes que aprenden el castellano nada más que para leerlo en el idioma en que fué escrito, él lo desconoce, e ignora que Don Quijote es la más uni.
versal y grande de las obras del ingenio humano; que tiene encantos para el sabio y para el ignorante; que en cada edad de la vida nos habla un lenguaje diferente, pues es la única obra que puede saborearse con deleite y provecho, en la vejez lo mismo que en la juventud y en la niñez.
Precisamente mientras escribo estas lineas, de la habitación vecina a mi estancia llega una oleada de risa que se deshace en mi corazón. Es de un hijo mío, de once años, que lee el. Quijote. Quizás mañana pueda afirmar, como Heine, que los más gratos dias de su niñez fueron los de la época en que leyó a Cervantes por vez primera. No hallará hoy, en Don Quijote, la profundidad de pensamiento, la pintura exacta de los dos aspectos de la humana naturaleza que causan mi admiración. El le encuentra un sabor que ¡ay! yo ya no podré gustar.
Ríe, rie, hijo mío.
JOSÉ FERNÁNDEZ CORIA Catedrático de literatura de la Escuela Normal de Chivilcoy.
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