nuestro pecho el odio que sin él nos producirían lo feo y lo malo; dice Anatole France, no recuerdo en cual de sus libros, que cuando tenia diez y siete años comprendia y sentia a Virgilio tanto casi como si su profesor no se lo hubiera explicado. No es ésta, creo, una sátira contra determinado profesor, contra el profesor de quien aprendiera las primeras nociones do literatura; es contra el profesor en general, de todos los tiempos y de todos los países; cortra el magister vano y presuntuoso que cree que él solo y nadie más que él, tiene la visión precisa de las cosas y la noción exacta de la verdad.
El profesor, que tiene una cultura distinta a la del alumno, veinte o treinta años más que él, prejuicios de escuela, amortiguados ciertos sentimientos y aguzados otros, pretende que su alumno sienta, ante una obra de arte, las mismas emociones que él experimenta, vea en ella lo que él ve, y admire o repruebe lo que él cree objeto de reprobación o de admiración; sin darse cuenta que él y su discipulo son dos sujetos de tendencias, educación y temperamentos a veces diferentes, a menudo opuestos.
Si un mismo espectáculo de la naturaleza hace vibrar distintas cuerdas no ya en di.
versos individuos sino en el mismo, según sea el estado de su espíritu en el instante de percibir aquél; si tal poesia, tal drama, tal novela, tal cuadro, tal trozo musical ayer nos entusiasmaron hasta el delirio y hoy nos dejan frios, o, por el contrario, ayer nos aburrieron y hoy nos enajenan, porque nues240 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica