se enel ánimo de mis alumnos: así y todo, si bien es cierto que cuando he «impuesto, como lección la lectura de un libro o de un trozo selecto, he conseguido el cun plimiento de mis indicaciones, ban sido vanas mis prédicas cuando sólo he aconsejado» el conocimiento de una obra con el fin de que los estudiantes amplien su cultura o treguen a una delectación espiritual. si alguna vez toda la clase, sin excepción, se interesó en la lectura no simpuesta» de un libro, no fué precisamente por sugestión directa del profesor.
Recuerdo que un día, hablando con mis alumnos, de la novela, me referi, por incidencia, a Werther, la celebrada y dolorosa obra de Goethe. 1) Expliqué brevemente las circunstancias en que fué escrita, lo que hay en ella de verdad y de ficción, el por qué de su boga pasada y cuáles son sus más señaladas excelencias consideradas exclusiva.
mente desde el punto de vista literario.
Pero, a pesar de su belleza y de la moral que fluye de ella, dije, es una obra malsana para los jóvenes, deja en el fondo del alma un sedimento de amargura, y, aplicando palabras de Flaubert empleadas en otro caso, puede decirse de esta novela que es como (1) Como mi trabajo sobre la enseñanza de la literatura no es un trabajo exclusivamente doctrinario, sino más bien la exposición de una serie de observaciones hechas en el aula, señalo con preferencia lo que he visto y aprendido al frente de una clase y uo que he estudiado en los libros que tratan especial.
mente de este asuuto. Por eso no vacilo en referir auécdotas, triviales al parecer, pero llenas de sustancia, cosechadas en la vida de la escuela.
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