i 1 co desde que el grupo se adapta a la vida sedentaria; se acendra al calor del hogar. La atmósfera de la familia lo alimenta, la amistad lo ahonda, la simpatía lo extiende a todos los que viven en una vecindad habitual. Es en el terruño donde se oyen las primeras nenias de la madre y se escuchan los consejos del padre; allí se forman las intimidades de colegio y se sienten las inquie.
tudes del primer amor; allí se tejen las juveniles ilusiones y se tropieza con inesperadas realidades; allí se adquieren las más hondas creencias y se contraen las costumbres más firmes.
Nada en él nos es desconocido, ni nos inspira desconfianza; llamamos por su nombre a todos los vecinos, conocemos en detalle todas las casas, nos alegran todos los bautismos, nos afligen todos los lutos. Por eso sentimos en el fondo de nuestro ser una solidaridad intima con lo que pertenece a la aldea, el valle el barrio en que trascurrió nuestra infancia.
Ningún concepto político determina este sentimiento natural. Es innecesario estimularlo con sugestiones educacionales, porque es anterior a la 170 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y uventud, Costa Rica.