y puede llegar a convertirse en influjo avasallador que llegue a imprimir un sello en el carácter.
Pues bien, abardonando ya estas generalidades y aplicándolas al asunto, he de declarar que a mi juicio el medio coeducacional, por razón de venir a deshora a estimular el centro nervioso genital antes de hallarse suficientemente constituídos los centros cerebrales superiores, ha de ser un recurso abonadisimo para despertar algunas de aquellas tendencias atávicas, malsanas, que tal vez laten en el fondo de la constitución del niño, y muy singularmente las aberraciones del sentido genésico, y aun entre estas las peores o sean las de la inversión sexual. 1) En la inversión sexual como producto de la coeducación, no creo yo. Al contrario, siempre he sostenido, por cuanto he observado y por cuanto he aprendido en el confesionario en que vivo desde hace 12 años, siempre he sostenido y sostengo que la coeducación combate las tendencias a la inversión. Me refiero a la inversión fisiológica, la cual es cosa distinta del marimachismo que la escuela bisexual provoca en la mujer, sea «el afán de ocupar las mismas plazas que los hombres en almacenes y en industrias, en el profesorado y en las carreras.
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