Tampoco compadecemos a Jesús en el calvario. Su sacrificio nos causa admiración y asombro. Mientras más es objeto de la ferocidad, la ingratitud y la injusticia de los hombres, más intensamente brilla la flama de su espíritu imperial. No lo miramos con compasión, lo admiramos y lo adoramos.
Tampoco compadecemos a nuestros infautes de marina que murieron en el Bosque de Belleau. En lo intimo de nuestros corazones deseamos haber estado allí; o haber sido lo suficiente.
mente grandes para desearlo. Se desespera Ud. y se queja en sus visicitudes. Se compadece de sí mismo y desea que nunca hubiera nacido? Tales sentimientos son tan munes como el polvo en el camino, las cizañas en los matorrales y las latas vacías en los basu eros. Si Ud.
los abriga, es Ud. vulgar, y debe empezar un curso de disciplina.
Pero, si cuando todo se combina para anonadarlo y humillarlo, cuando el fracaso lo mira de reojo, y la traición lo denigra; sonríe Ud. y dice. Ante las crueles garras de la suerCO61 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.