de los presentimientos, ni creen en los presagios; pero el que manda debe tratar de destruir sus efectos sobre los hombres crédulos, como lo hizo Julio César. En el año 17, después de la segunda expedición sobre Venezuela, y antes de emprender la de Guayana, los españoles me derrotaron en Clarín dos o trescientos reclutas, a cuya cabeza me hallaba, y corrió la voz de que yo era desgraciado y que to.
do me salía mal. Poco después, estando yo en Guayana, se presentaron los españoles y comprendí que me convenía dar la batalla que me ofrecían; llamé entonces al general, Piar, y lo encargué de dirigirla en persona, porque todavía no se había borrado la impresión de mi última derrota; no cedí, en esto, a presentimiento alguno, y sólo tuve en mira el de mis oficiales, que hubiera podido influir desfavorablemente en el éxito del combate. Piar ganó la batalla, se borraron las ideas que habían nacido sobre mi mala suerte, volví a dirigir batallas, a ganarlas y a perder algunas, y todos confia.
ron siempre en mi buena fortuna. Sócrates llamaba Demonio a sus presentimientos; yo no tengo tal Demonio, porque poco me ocupo de ello. Estoy convencido de que los sucesos venideros están cubiertos por un velo impenetrable, y tengo 21 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.