Napoleón ha creído en la fatalidad porque tenía fe en su fortuna, que llamaba su buena estrella; él se ha disculpado de aquella ridícula acusación probando que no era fatalista, y que el haber mentado su estrella no era creer ciegamente en una cadena de destinos prósperos que le estaban reservados. No hacía caso de las predicciones. En el año 12, al pasar el Niemen para abrir la campaña de Rusia, su caballo cayó en la orilla del río, y él sobre la arena; una voz dijo: Mal presagio, un romano retrocedería. Napoleón no volvió atrás, siguió su campaña, que fué un desastre para su ejército, para Francia y para él. Mas ¿qué prueba esto? Nada; la caída fué una casualidad, y sólo un loco, un fanático o un imbécil podrian mirarla como un aviso de la Divini.
dad sobre los fatales resultados de aquella empresa. César al desembarcar, cayó igualmente sobre la arena, en la orilla del mar, en presencia de todo su ejército; pero quedó bien, diciendo que voluntariamente se había a.
rrojado al suelo para saludar la tierra, y, así exclamó. Oh tierra, te saludo! Sus hados fueron prósperos a pesar de su caída que muchos habrían tomado por un funesto presagio. Los verdaderos filósofos no hacen caso 20 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.