más de las veces, sin fundamento, y no advertencias seguras de lo que ha de suceder; porque no doy a nuestra inteligencia, o si se quiere al alma, la facultad de antever los acontecimientos de leer en lo futuro.
Confieso sin embargo, que en ciertos casos nuestra inteligencia puede juzgar que si hacemos tal o cual cosa, que si damos tal o cual paso, nos resultará un bien o un mal, pero es esto caso aparte, y por lo mismo repito que no creo que ningún movimiento, ningún sentimiento interior pueda pronosticarnos con certeza los acontecimientos venideros; por ejemplo, que si voy a Bogotá hallaré allí la muerte, una enfermedad o cualquier otro accidente funesto. No hago caso, pues, de tales presentimientos; mi razón los rechaza, cuando sobre ellos no puede mi reflexión calcular las probabilidades o que éstas están más bien en su contra.
Sé que Sócrates, otros sabios, des hombres no han despreciado sus presentimientos, que los han observado y han reflexionado sobre ellos, y que más de una vez han dejado de lacer lo que hubieran hecho sin ellos; pero tal sabiduría yo la llamo más bien debilidad, cobardía o, si se quiere, exceso de prudencia, y digo que tal resolución no puede salir de un espíritu enteramente despreocupado. Dicen que varios gran13 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.