eran sus ideas como particular, como hombre, pero que, como ciudadano, respetaba las opiniones recibidas, y como Jefe del Estado había protegido y siempre protegería la religión católica que es, puede decir.
se, no sólo dominante sino universal en Colombia; que entre sus ministros había como en todos los países, excelentes, me diocres y perversos; que estos últimos se encontraban más a menudo entre los frailes, ya veces entre los curas; que en el alto clero había buena moral, buenos ejemplos y virtudes, y que la desmoralización estaba relegada principalmente en los conventos de hombres; que en los de monjas sólo se veía pureza, virtudes y moral ejemplar.
continuo diciendo: El arzobispo de Bogotá, el señor Caicedo, es un santo varón, un viejo patriota, un hombre de excelentes y sencillas costumbres que vive persuadido de la verdad de su religión y habla de ella con buena fe y sin hipocresía; lo mismo puede decirse del arzobisqo de Caracas, doctor Méndez; éste es, además, un valiente; con nosotros hizo la guerra en los llanos, y la patria le debe grandes servicios; ambos tienen convicciones y erudición teológica; pero hasta allí llega su ciencia. Los obispos de Mérida y Popayán, señores Lazo y Jiménez, son hombres muy diferentes.
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