ra el que ignora el secreto de la liuterna, la escena de la playa carece de sentido. De aquí proviene la falta de realidad obsesionante y verdaderamente fantástica de los libros realistas. En ninguno de ellos encontramos la poesía personal, la atmósfera encantada, la obra irisada de la fantasía que viste lo que está desnudo y parece ennoblecer lo más bajo. En todos ellos la vida cae muerta como el barro, en vez de levantarse como un globo a los vivos colores del sol naciente. Ninguno de ellos es verdadero, porque ningún hombre vive en la realidad exterior entre sales y áci.
dos, sino en la cálida camarilla fantasmagórica de su cerebro, formado de vidrieras decoradas y paredes cubiertas de pinturas. 1)
De la obra Los ideales de la vida, de William James. Traducción de Soldevilla. 1) Stevenson: The Lanterns bearers, en el volumen titulado: Across the plains.
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