cantado para nosotros, nos hace leer con asombro las páginas de los escritores realistas. En ellas encontramos un cua.
dro exacto de la vida en cuanto se compone de cal y de hierro, de deseos y temores a bon marché que nos avergonzamos de recordar; pero de las notas de aquel ruiseñor devorador del tiempo no encontramos el menor eco. Si en alguna novela realista habéis encontrado algo que se pareciese a la historia de mis portadores de linternas sobre la barriga, habréis hallado la descripción de unos muchachos ateridos de frío, hundidos en la arena de la playa y sobrecogidos de terror y así es verdad que estaban; habréis leído sus discursos estúpidos e indecorososque también es verdad que eran así. vuestros ojos de lector aquellos chicos estaban mojados, fríos y asustados; pero preguntadles a ellos y os dirán que se hallaban en un paraíso de recónditos placeres, aun cuando éstos no tuvieran otro fundamento que una linterna que a pestaba endiabladamente. En verdad, para decirlo una vez más, el fondo del placer de un hombre es a veces muy difícil de comprender.
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