«¡Vejez, conjunto de blancos cabellos, de templos vacíos, de ídolos caídos, de adoradores muertos! Nada queda sino tú, un resto, una tradición, tardío desenlace de un sueño insensato, sueño tan ingeniosamente entretejido que parecía real; nada queda sino tú, centro de una siniestra desolación, en la cumbre del vértice helado, contemplando las etapas del largo camino y preguntándote a tí misma. Lo harías de nuevo, si tuvie.
ras la oportunidad. Un Dios que tiene la facultad de crear hijos buenos con tanta facilidad como malos y prefiere, no obstante, crearlos malos; que podia hacer felices a todos y, sin embargo, nunca ba hecho feliz a nadie. que preconiza la justicia y ha inventado el infierno; que preconiza la piedad y ha inventado el infierno; que preconiza la Regla de Oro y habla de perdón multiplicado setenta veces por siete, y ha inventado el infierno; que habla a los otros de moral y no la observa; que contempla ceñudo el crimen y, sin embargo, lo comete en todas formas; que creó al hombre sin consultarle y luego arroja la responsabilidad de los actos humanos sobre el hombre, en vez de adjudicarla a quien corresponde, a él mismo; y que, finalmente, con absoluta idiotez divina invita a este desgraciado y defraudado esclavo a venerarle. 490 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica