1806. No se podría decir lo mismo de la francesa. No fué guerrera su activi.
dad. Sería injusto decir que no fué real.
Las aptitudes aventureras y belicosas de la raza se volvieron hacia otros obje.
tivos: principalmente coloniales. El resultado fué sin duda el mismo, y MaIruccos sustituyó a Alsacia Lorena en las conversaciones constantes de la Cancillería francesa con la de Berlín.
Es incontestable, no obstante, que a partir del 10 los franceses fueron pacifistas.
Esta era evidentemente una consecuencia posible de la derrota, pero sería injuria confundir ese pacifismo con el renunciamiento. Esa generación repugnaba la guerra por la guerra misma tanto como por quienes la llevaron a ella, pero no estaba aplasiada. El resorte era bueno y bien soldado. Pronto, después de Francfort, la restauración de Francia inquietó a Bismark.
La influencia de la guerra de 1870 71 en la psicología de las clases dirigentes fué benéfica; templó las energías, en conjunto, y no modificó sino superficialmente un estado de espíritu que, sia ella, habría sido más o menos, lo que los últimos años del Imperio hacían prever.
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