sino o que se se dirigen a los jueces en son de guerra; y como en ésto, comenzar es lo difícil, el abogado del aludido o citado, propende a contestar airosamente, agriando multitud de veces la cuestión y desbordándose no pocas por el campo que debiera ser vedado, del personalismo.
Para encarrilar las costumbres por el buen sendero del arbitraniento, habría que estimular al público a fin de que confiara en él como en un remedio superior y anterior al de los tribunales; y a los abogados, exigirles en cierta medida que acudan a éstos sólo como recurso extremo.
El estímulo se daría con eficacia ofreciendo a las personas que tengan cuestiones la manera sencilla de solventarlas; y para esto nada más propio que garantizarles que de ello se encargan individuos capacitados por su experiencia, ilustración, talento y moralidad. El no tener a la mano una lista de árbitros de con fianza y dispuestos a intervenir, es el primer tropiezo práctico que explica el desuso lamentable de la garantía constitucional; y en el plan de esta propaganda 358 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio Cultura y Juventud, Costa Rica