tos ofreciendo una garantía de nuestra labor y un ejemplo de nuestra conducta.
Al contrario, tal vez. Para muchos hombres de alta esfera y para muchos de baja esfera, ser liberales ha consis.
tido en ser libertinos: en estar más horas en el café, en poder trasnochar, en poner en la conversación más interjecciones que palabras, en tener querida.
En muchos pueblos el cronista ha oído cómo la gente justificaba su anticatolicismo diciendo. van a misa porque la misa no cuesta nada; pero si al lado de la iglesia pusiera usted una taberna, y exigiera una cantidad para entrar a la iglesia e igual cantidad para tomar un vaso de vino, la gente escogería el vaso de vino. Lo triste es que hay mucha verdad en estas palabras. No es doloroso que se abandone la iglesia; es doloroso, sí, que los hombres comparen la iglesia con la taberna, que piensen que a Dios se le puede dejar por una copa de aguardiente, que crean que al huir del altar sólo se puede hallar consuelo sobre la mesa de un cafetín o de una taberna.
Este hecho no sería desesperado si sólo se diese en este caso de la Iglesia.
310 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.