de escoger más tarde como obras principales de su vida la biografía de esos dos héroes; porque Beaumarchais no se distinguió, en verdad, por su respeto a la moral, y la memoria de Mirabeau quedó oscurecida por la justa reprobación que merece la corrupción. Aparentemente Lemonie era un hombre circunspecto, pero tenía una alma de artista, de impresiones vivísimas, y sojuzgado por ellas rompía algunas veces las ligaduras a que él voluntariamente como erudito se había sometido. En estas dos últimas ocasiones, la originalidad de los caracteres, lo imprevisto de los incidentes, la lucha de intereses encontrados, la vehemencia de las pasiones, lo vasto del cuadro, lo llevaron fuera de la senda que se había trazado.
Identificase Lemonie con sus dos héroes: desasosegado por las faltas que ellos cometieron, apesadumbrado por sus desórdenes, conmovido por los intereses que se agrupaban en derredor de ellos, quiso ver y conocer todo, reconstituir sus vidas con todos sus incidentes, y constreñirlos a hacer una confesión completa delante de un hombre como él, que lealmente tenía en cuenta la época y las circunstancias.
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