bado, un verdadero monstruo; que por la mañana salía de la cama como un niñito, se calzaba tres pares de medias para dar forma humana a sus largas y delgadas piernas, y se ponía cotilla para poder sostener su cuerpo. Añadís que comía mucho, que tenía todos los apetitos y todos los caprichos de un niño viejo, de un viejo enfermo, de un autor viejo, y de un soltero viejo. Retrato bien triste, pero que demuestra en todo caso que el espíritu domina aun a la naturaleza más rebelde; retrato exagerado, sin duda, por la malicia de los contemporáneos, que nos complacemos en echar en olvido, cuando pensamos que a los diez y seis años Pope daba al público sus Pastorales, poesías de rara perfección, que terminaba su laboriosa carrera con su Ensayo sobre el hombre, en que él caracteriza a este sér, como la gloria, el juguete y el enigma del mundo.
Pope era clásico a lo Boileau, pero no era enemigo del realismo; eso sí, aconsejaba que se escogiera entre las realidades. Leed y releed a Homero, decía él. Momentos hubo en que Vir.
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